miércoles, 10 de febrero de 2016

Reclaman transformar y modernizar el plan energético de la Argentina.

Reclaman transformar y modernizar
Durante las próximas dos décadas, el país deberá reducir la participación de los combustibles fósiles en su matriz energética y –al mismo tiempo– abastecer una demanda incesante. Para el especialista Luis María Calvo, sortear ese doble desafío sólo será posible si se propicia un formidable crecimiento de las fuentes renovables.



El modelo eminentemente hidrocarburífero que guía a las políticas energéticas nacionales se tornará inviable en el mediano plazo. Así lo indica un informe elaborado por el experto en energía y titular de la firma Hidroestructuras, Luis María Calvo, quien fue gerente técnico de la represa hidroeléctrica Salto Grande y director técnico de Yacyretá.

Denominado “La necesidad de transformar y modernizar el plan energético de la Argentina”, el estudio plantea que –pese a las enormes oportunidades que ofrece la generación renovable– actualmente el país presenta un fuerte predominio de la energía térmica, que explica más de un 89% de la oferta interna de fuentes primarias consumidas.

Según sus precisiones, el parque generador nacional abastece a una demanda energética anual de alrededor de 150.000 gigawatts/hora (Gwh) y cuenta con una potencia total de unos 34.000 megawatts (Mw). “En este escenario, las fuentes térmicas convencionales representan un 56,9% de la matriz eléctrica, mientras que las hidroeléctricas constituyen un 35%. El aporte de la energía nuclear es de un 7%, en tanto que el de las vías geotérmicas se sitúa en un 1% y el de las renovables apenas llega a un 0,1%”, puntualizó el especialista.

En ese sentido, advirtió que el desarrollo masivo de los hidrocarburos no convencionales de la formación Vaca Muerta, en la cuenca Neuquina, no bastará para recuperar la autonomía energética perdida y, al mismo tiempo, promover una mayor sustentabilidad de los recursos.

De hecho, si se proyecta una tasa moderada de crecimiento de la demanda eléctrica de un 3,5% anual acumulado, y se confía en la aplicación de políticas de uso racional de la energía que contengan el consumo excesivo, para 2035 será necesario incorporar una capacidad adicional de generación del orden de los 60.000 Gwh anuales. “Ese volumen representa la mitad de la actual capacidad de generación del Sistema Argentino de Interconexión (SADI)”, detalló.

Concepto anacrónico

De acuerdo con Calvo, la Argentina dispone de un nivel de recursos naturales prácticamente insuperable, tanto desde lo cualitativo como desde lo cuantitativo. Posee desde vientos adecuados para producir energía en un 70% de su territorio hasta fuentes biomásicas capaces de cubrir el 100% de la demanda, sin omitir las potencialidades que brindan sus indicadores solares e hidráulicos. Sin embargo, las mayores inversiones de producción eléctrica siguen atadas a los aprovechamientos térmicos.

De cara al futuro inmediato, apunta, el país debe afrontar el reto de formular una estrategia energética ambiciosa y con visión a largo plazo que prevea reducir el uso de combustibles fósiles en –al menos– un 15%. “Será necesario incorporar 11.600 Mw de potencia hidráulica; es decir, el doble de la vigente capacidad instalada. Habrá que instalar un promedio de 580 Mw por año hasta 2035”, anticipó.

En materia de aerogeneración, indicó que el año pasado la capacidad a nivel local apenas creció unos 35 Mw. “Nuestro mercado está en condiciones, en verdad, de inyectar al Sistema Interconectado Nacional (SIN) unos 2.100 Mw eólicos –200 de ellos en forma inmediata– sin desestabilizar la red”, afirmó.

A su criterio, varios países ya han demostrado, a través de políticas activas e inversiones consistentes, que el desarrollo energético sostenible no es ninguna utopía. “La Argentina deberá modificar su anacrónico concepto energético, promoviendo un plan que apueste por la bioenergía como complemento de las formas de generación tradicionales durante las próximas décadas”, manifestó.

Ejemplo a imitar

El informe de Calvo destaca como modelo a seguir el particular caso de Dinamarca, país que antes de la crisis del petróleo de 1973 se hallaba en una situación energética similar a la que hoy atraviesa la Argentina, con una elevada dependencia de los combustibles fósiles y un ínfimo desarrollo de las fuentes renovables.

En los últimos 40 años, la nación escandinava dejó de importar hidrocarburos en grandes cantidades, pasó a liderar el rubro de la generación eólico-marina (con una potencia de más de 630 Mw) y alcanzó una potencia instalada de origen limpio de más de 2.700 Mw en tierra.

Pero eso no es todo, ya que para 2020 Dinamarca proyecta satisfacer con ese tipo de fuentes un 35% de su demanda interna de calefacción, electricidad, actividad industrial y transporte; abastecer con aerogeneración un 50% de sus requerimientos eléctricos; reducir en un 7,6% su consumo energético en relación con los datos de 2010; y disminuir en un 34% sus emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a 1990. Para 2050, en tanto, la idea es que las energías verdes cubran un 100% de la demanda.

Para cumplir tales objetivos, invertirán ni más ni menos que u$s 10.400 millones en diversas áreas, tales como la producción eólica, el ahorro energético, la obtención de biogas, el aprovechamiento de la biomasa, la captación de energía solar, el desarrollo mareomotriz, la investigación tecnológica y la ejecución de proyectos pilotos relativos al uso de la electricidad en el sector del transporte, entre otras variables.

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